domingo, 17 de abril de 2011

Reflexión nocturna. 17/04/2011

Hay veces que pienso que la vida no está siendo justa conmigo o quizá yo no sepa valorarla tal y como se merece…
Creo que le tengo miedo a la soledad aunque, en determinados momentos, me guste estar tranquila, ir y estar  a mi aire…
No me gusta que me controlen, que me digan lo que tengo que hacer a cada momento, quizá es ese el motivo por el que son continuas las discusiones con mi círculo más próximo: mis padres y mis hermanas.
No soy de las que necesitan estar acompañadas en todo momento, sino todo lo contrario; necesito independencia, libertad pero no libertinaje.
Entiendo que tengo 17 años y mis padres necesitan proteger a su  ‘niña’. Tienen miedo de que algo o alguien les arrebate ese regalo de la vida con el que todos alguna vez soñamos. Y yo quisiera demostrar que a pesar de mi temprana edad soy responsable, yo diría que, a veces, más de lo que me correspondería para disfrutar de mi juventud.  Hay veces en las que me cargo más trabajo del necesario y todo eso ya está pasándome factura…
Quiero pensar que en un futuro, mi esfuerzo se verá recompensado, que mis sueños se cumplirán gracias a la cantidad de horas que paso sentada con una única compañía de un flexo frente a decenas de folios sueltos y palabras encadenadas que hacen de mis horas un infierno y de mis días una odisea…
Lo creáis o no, también siento empatía y me pongo a pensar desde el otro lado. Diréis que qué problemas puede tener una niña de 17 años: una discusión con el novio, con las amigas… Lo que no sabéis es que la madurez no siempre está acompañada de la edad mayor… Se puede ser joven y madura a la vez…
Es por ello que soy consciente de los problemas que me rodean, no vivo en una burbuja, aunque a veces me gustaría. Pero no podemos hacer oídos sordos a los gritos de una sociedad que pide ayuda; una sociedad sumergida en una profunda crisis infundada por el ser humano en su afán de avance y poder, una sociedad capitalista que antepone el dinero a los derechos que tanto esfuerzo y trabajo costaron, que prefiere tener lujosos coches y casas antes que buenas personas a su alrededor…
Al fin y al cabo, estamos llegando a un punto en el que el dinero es capaz de comprarnos a nosotros, a las personas, a los seres ‘perfectos’… 
¿Lo peor de todo? Que personas mayores que llevan, prácticamente, toda una vida trabajando para cosechar un buen futuro tanto para ellos como para los suyos, no van a poder disfrutar de una vejez como se merecen… Que jóvenes como yo  no vamos a poder hacer realidad nuestros sueños de estudiar una buena carrera, de tener una vida llena de éxitos porque en un determinado momento, al payaso de turno se le ocurrió amargar la existencia de los demás con tal de ser feliz él mismo…
Cuando me encuentro en una de esas noches en las que el sueño se ha olvidado de nosotros y comenzamos a dar vueltas en la cama sin saber qué hacer para llamar su atención, me arrepiento de tantas y tantas cosas que no debí hacer, pero hice… De tantas y tantas cosas que debí hacer, pero no hice… Y de muchas otras que no deberé hacer pero, seguramente, haré…
Aunque,  al fin y al cabo, nuestra existencia está llena de arrepentimientos, de dolor, de pasiones incontroladas que te llevan al borde de la locura…
 La vida está llena de tramos en los que la felicidad es la protagonista y de tramos en los que la tristeza se ha adueñado de la mayoría de las acciones de nuestra vida y ningún otro sentimiento quiere comprar el paquete accionista mayoritario…
¿Podremos cambiar esto algún día? ¿Será capaz la mente humana de inventar, la persona perfectamente perfecta? Es cierto, la perfección en sí no existe, pero por buscarla no perdemos nada… De todos modos, los seres humanos nos creemos perfectos y somos los que nos estamos autodestruyendo… ¿hay algo peor?
Definitivamente, el mundo está loco y el ser humano no es extraordinario…
Intentemos vivir nuestra vida en paz, llevar nuestros asuntos en orden y no dejar que nadie se interponga en nuestras decisiones. Si tenemos un sueño, una ilusión, ¡luchemos por ella!
Si nos equivocamos, qué más da… Para eso está el tiempo, para hacernos ver y rectificar aquello que no salió demasiado bien. Si hay una próxima vez, seguro que apartaremos esa piedra de nuestro camino para no volvernos a tropezar con ella pero, si tenemos que volver a hacerlo, hagámoslo. ¡Si no arriesgas, nunca ganarás…!
Y no pensemos que los pecados cometidos en esta vida serán perdonados en la siguiente, porque a veces se nos va la vida pensando en que hay un más allá que nunca llegará…
Así que vivamos el día a día y disfrutemos de las oportunidades que se nos presenten, las cosas sólo pasan una vez en la vida, no dejes que el tren se vaya sin que tú te encuentres en uno de sus vagones…

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